Cuento navideño para trabajar los valores: El primer villancico

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Nuestra querida amiga María Luisa nos deja este bonito cuento navideño para trabajar los valores de la amistad, el buen humor, la alegría, y el amor hacia los que nos rodean.

El primer villancico

Un pastor se dirigía a Belén porque le habían dicho que se encontraría a un niño recién nacido. Se llamaba Jesús y había nacido en un pesebre porque no tenía donde venir al mundo.

Sus padres, María y José, habían ido a Belén a empadronarse pero nadie les había querido ayudar para que pudiesen pasar la noche. Y allí nació Jesús, el hijo de Dios, para enseñarnos como teníamos que portarnos, para enseñarnos a conocer a Dios. Podía elegir un palacio para nacer pero quiso hacerlo en un establo.

El pastor había escuchado a un ángel que se apareció mientras varios pastores cuidaban las ovejas. Sintieron miedo, pero los ángeles les dijeron que Jesús había nacido en Belén, que venía a salvarnos, y que era una gran alegría para todos.

Se dirigieron a Belén, pero, cuenta la leyenda, que a nuestro amigo  el pastor le pasaron muchas cosas durante el camino. Pensó que le llevaría una oveja de regalo así, con la lana, su madre podría hacerle una manta para abrigarle. Le daría leche abundante y con el tiempo podría tener corderitos.

Cuando caminaba se encontró con unos mendigos que no tenían nada. Tanta lástima sintió por ellos, que vendió la oveja y con el dinero que le dieron compró comida para ellos.

Se quedó con algunas monedas para comprarle al niño una manta por si tenia frío. Al llegar al pueblo compró una manta de lana para Jesús pero vio una anciana que estaba helada de frío y se quitó el abrigo que llevaba para dárselo a la hija de la anciana que tiritaba a su lado.

Cuando llegó a Belén no tenía nada que regalarle al Niño Jesús. Le vio en las pajas, tan pequeño, acostado al lado de su madre. Se dio cuenta que sus padres le miraban con tanto cariño y ternura que se les veía felices a pesar de que no tenían nada. El buey y la mula le daban su calor.

El pastor les miró pensando que podía regalarle al niño, ya  que se había quedado sin nada. Ni siquiera tenía abrigo. Entonces recordó que su madre siempre le decía que cantaba muy bien y que con cualquier cosa podía hacer música. Cogió dos palos y en un pequeño taburete donde se sentaban a ordeñar las vacas, empezó a tocar y a cantar una canción dedicada al niño Jesús. Fue el primer villancico.

El niño, al oírlo, sonrió.

Aprendemos a ser mejores.

Aprendemos que compartir nos aporta felicidad ya que ayudamos a personas que lo necesitan más que nosotros. Y aprendemos que la alegría es un regalo que podemos hacer a los que nos rodean.

© María Luisa Martínez Robles

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