Rompiendo roles sociales a través de los juguetes

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Juguetes para niñas, juguetes para niños…

Es lógico que, en pleno siglo XXI, las madres y los padres nos preocupemos por las conductas sexistas que los juguetes pueden fomentar en nuestros hijos

: ello es indicativo de una sociedad que avanza hacia la igualdad de género.

Pero durante los años que trabajé en el sector de las ludotecas, compartiendo espacio con adultos y con niños, escuché comentarios como éstos:

—Deja de jugar con la cocinita, a ver si te vas a convertir en una maruja.

—Mira que a mi hijo le he comprado desde pequeño cacharritos de cocina y muñecas, pero no hay manera de sacarle de las pistolas y los monstruos…

En una ocasión, la madre de un niño de seis años me comentó, entusiasmada, que su hijo había pedido para su cumpleaños la Barbie pastelera. Al cabo de unos días, la volví a ver y me dijo: ¿Te acuerdas de aquello de la Barbie? Pues lo que quería era el juego de pastelería, pero no la muñeca, claro…

Aquel comentario me hizo pensar. ¿Por qué razón aquella madre quería que su hijo jugara con una muñeca? ¿Acaso pensamos que los niños que juegan con juguetes asociados tradicionalmente al rol femenino se convertirán en adultos más sensibles? ¿Acaso mejorarán su consideración hacia las mujeres, cuando sean mayores? La clave no está en el juguete, sino en los valores que asociamos a los mismos.

En este artículo, trataremos sobre dichos valores.

Cuando un niño juega nos descubre sus gustos, su personalidad, sus tendencias. Para descubrir la verdadera esencia de nuestros hijos, basta con observarles mientras juegan en solitario, sin la presión del grupo o del adulto. Está claro: jugar a cocinitas no convertirá a las mujeres en amas de casa impolutas. Los niños que juegan con pistolas no se convertirán en francotiradores.

El juego de la cocinita, por seguir el mismo ejemplo, tiene implicaciones diferentes según quién juegue: hay niños que se centran en el orden: poner y quitar platos, colocar los alimentos en los armarios y en la nevera, poner la mesa…, otros siguen siempre la misma secuencia lógica: cocinar, poner la mesa, comer y, luego, fregar los platos. Otros se concentran más en la imitación del rol de dar de comer que en la cocina en sí, otros en la preparación de la comida, etc.

De lo dicho se deduce que, a través del juego, cada niño nos muestra su manera ver el mundo, al margen del género que nosotros asociemos al juguete. Vamos a clarificar algunos términos a fin de ordenar nuestras ideas:

Igualdad no significa que los niños y las niñas sean iguales. El concepto de igualdad se refiere a derechos humanos, pero no a modos de ser. En función del género, utilizamos de modo distinto nuestros hemisferios cerebrales. Nuestros cuerpos son diferentes, nuestras maneras de comprender el mundo son distintas. Y es, por tanto, desde el respeto a la diferencia como debemos educar a nuestros hijos, pero entendiendo la diferencia como complementariedad, no como segregación o menosprecio, como hasta hace poco tiempo había sucedido. Nadie es mejor ni peor por su género. Simplemente somos.

El uso del masculino como genérico solo responde a la comodidad de facilitar la lectura. Mientras tanto, continuaremos pensando palabras neutras que puedan desempeñar dicha función.
Los niños y las niñas utilizan el juego como recurso para expresar sus vivencias. Suelen manifestar, por tanto, conductas imitativas basadas en los comportamientos que observan en sus padres, madres y adultos de referencia (incluso pueden recrear modelos audiovisuales que les llamen especialmente la atención).

Imaginemos una escena: la madre cocina mientras el padre monta el armario de IKEA; el niño (o niña) juega en la sala mientras ellos realizan sus labores. En este caso, esta niña (o niño) puede identificarse con cualquiera de los dos roles en función de sus intereses, no únicamente en función del género. Si jugamos con nuestros hijos sin importarnos a qué, reforzaremos esta conducta.

Por sí mismo, un juguete no genera valor. Somos nosotros quienes le conferimos ese poder en función de nuestras creencias. En varias ocasiones, he leído sobre el sexismo que generan las muñecas Barbie, por poner un ejemplo conocido, tanto por las características de su físico como por su frivolidad. Sin embargo, no conozco ninguna muñeca que haya desempeñado tantas profesiones como ella, desde piloto hasta astronauta. Seguramente, sería la candidata ideal a presidenta de los EEUU.

Los intereses de los niños se manifiestan en función de su personalidad: unos prefieren juegos de movimiento debido a su perfil cinético. Otros prefieren actividades tranquilas y cierto aislamiento y, por este motivo, se entretienen más componiendo un rompecabezas o con juguetes que les aporten tranquilidad. A otros niños y niñas, por ejemplo, su modo lógico de concebir el mundo les hace preferirlos juegos de construcción.

El juguete debe permitir al niño disfrutar, divertirse. No puede imponerse porque, entonces, se desvirtúa su objetivo principal. Hasta los cuatro o cinco años, los chiquillos no entienden de sexismo, sino de placer: elegirán el juguete que les entretenga y les motive, sin importar sus características. Algunos niños solo quieren jugar con coches, porque su perfil es básicamente cinético. Sin embargo, otros disfrutan construyendo torres con bloques de colores. Pero nuestros hijos se desenvuelven en una cultura que, a través de los anuncios de televisión, los escaparates o la percepción de los colores, ejerce una influencia poderosa sobre ellos, modelando su visión respecto a las cuestiones de género. Por este motivo, de vez en cuando escuchamos afirmaciones como: Eso es de niñas. Debemos conversar con ellos sobre este tipo de comentarios, ya que confieren al término niña un matiz despectivo.

Lo importante es crear un clima de confianza, de respeto, en el que el niño o la niña no se sientan avergonzados por jugar con muñecas o con coches. En casa, es importante que respetemos a nuestros hijos en sus juegos, sean del tipo que sean, sin importar lo que digan otros niños; si actuamos así, se sentirán seguros y su autoestima se desarrollará de forma adecuada. Aunque en los colegios cada vez hay más niñas que juegan al fútbol, continuamos viendo niños que son discriminados por no saber o no querer practicar este deporte.

Dejemos que exploren, ofrezcámosles variedad en lo que a juegos y juguetes se refiere, sobre todo entre los dos y los cinco años: bebés, coches, cocinitas, muñecas, construcciones, disfraces…

Conviene que les facilitemos un ambiente rico en juegos y que se sientan libres de escoger. Elegir significa ser libre y la libertad genera seguridad. A medida que crezcan, nuestros hijos e hijas se afirmarán en sus elecciones, siempre con la certeza de que en casa podrán jugar a lo que quieran sin ser juzgados. No podemos olvidar nunca la riqueza que ofrece el juego.

 

Silvia Penón.  Pedagoga.

Fuente imagen: FidlerJan

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