El juego en la educación infantil es una actividad placentera para los peques. Esto influye directamente sobre el desarrollo intelectual y emocional del niño. El juego espontáneo y libre favorece la maduración y la creatividad. A través del juego, los pequeños empiezan a comprender el funcionamiento de las cosas, lo que se puede o no hacer con ellas, comprenden que hay unas reglas de causalidad, de probabilidad y de comportamiento que deben cumplir si quieren que los demás jueguen con ellos.
Si queremos conocer a los niños y todo lo que les rodea es necesario entender sus juegos; observando éstos descubrimos sus pautas evolutivas, sus anhelos, sus miedos, esas necesidades y deseos que no saben expresar con palabras y que encuentran como vía de escape en el juego.
El juego simbólico es el culpable de que el niño madure y sea capaz de entender el mundo que le rodea, porque precisamente juegan a imitar situaciones cotidianas y vivencias de sus semejantes pero transportándolas y ejecutándolas desde su punto de vista, adoptando el rol de las personas, animales, y objetos que ven cada día a su alrededor. Por eso es importantísimo que el niño pueda jugar y desarrollar todas sus capacidades motoras, intelectuales y de interactuación con los demás y con el entorno. Por otra parte la personalidad del niño también vendrá definida por dichos juegos, ayudándolo en la mayoría de los casos a solventar problemas con si mismo y con los demás. Además podemos observar como juega y así intervenir de la misma manera para tratar de exponerle problemas o asuntos con el.
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