En la actualidad se entiende por déficit auditivo lo que tradicionalmente se ha considerado como sordera, término usado generalmente para describir todos los tipos y grados de pérdida auditiva y, frecuentemente utilizado como sinónimo de deficiencia auditiva e hipoacusia; de manera que el uso del término sordera puede hacer referencia tanto a una pérdida auditiva leve como profunda.
Desde una perspectiva educativa los alumnos y alumnas con discapacidad auditiva se suelen clasificar en dos grandes grupos: hipoacúsicos y sordos profundos:
Cuando no tienen otras deficiencias asociadas, los niños y las niñas sordos tienen una capacidad intelectual similar a la que poseen los oyentes, aunque su desarrollo cognitivo puede verse limitado, en algunos casos por sus dificultades lingüísticas, la regulación del comportamiento, los sentimientos de inseguridad y las dificultades en sus relaciones sociales, ocasionadas por el desconocimiento de las normas sociales, que son también una consecuencia de las limitaciones en el lenguaje.
El contexto escolar puede contribuir a brindar buenas oportunidades educativas que potencien al máximo las capacidades de cada niño o niña sean éstas las que sean. No se trata tanto de integrar niños con discapacidades en un medio normalizado, cuanto más bien de concebir la escuela como un lugar donde tiene cabida la diversidad de niños y niñas que hay en nuestra sociedad.
Ésta es la idea de escuela inclusiva, en las que todos y todas son alumnos de pleno derecho, sean cuales sean sus condiciones y circunstancias personales o sociofamiliares. Esto supone, evidentemente, admitir a los niños y niñas sin criterios discriminatorios o en todo caso, hacer una discriminación positiva, dando ventaja a aquellos que por sus condiciones precisan una educación infantil que compense en parte sus menores oportunidades.
Según Marchesi, existen una serie de factores que van a condicionar el desarrollo del alumnado con déficit auditivo. Éstos son: el grado de intensidad de la pérdida auditiva, la edad de comienzo de la sordera, el origen de la sordera (congénita o adquirida) y las actitudes de los padres y madres ante la sordera.
Los alumnos que presentan necesidades educativas especiales, entre ellas las deficiencias auditivas, deben identificarse y valorarse lo más pronto posible. Es importante la detección y atención temprana de sus necesidades, por ello, maestros y educadores se coordinarán con otros profesionales, además de favorecer un ambiente especialmente afectivo. Se deben utilizar con ellos los recursos más adecuados para favorecer su desarrollo, siempre prestando tanta atención a los resultados como a los procesos que los originan.
En la escolarización del niño o la niña con sordera en Educación Infantil se debe establecer una continuidad entre la escuela y la atención temprana que en los tres primeros años de su vida ha recibido. Los profesionales de la orientación educativa y el profesorado especializado en audición y lenguaje adoptan medidas de apoyo a la familia, seguimiento y utilización de las prótesis auditivas y planifican la atención educativa especializada que, sobre el lenguaje, cada caso requiere. La intervención en estos años tiene gran importancia y determina de forma relevante el futuro del alumno o alumna, sus aprendizajes y sus posibilidades de integración social y laboral.
A continuación expongo el caso de un alumn@ con déficit auditivo, en concreto con hipoacusia. Se explican algunas técnicas a seguir para llevar a cabo una actuación correcta con el niñ@:
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